5. La curva del no retorno
No hubo beso.
Ni promesa.
Ni fecha.
Sólo un silencio distinto
al de todos los anteriores.
Un segundo más largo,
una frase que no dijimos.
Y luego esa forma de mirarte
como si fueras la última parte
de algo que no supe cuidar.
No dijiste nada.
Pero tus ojos...
Tus ojos sí.
Y mis manos,
torpes y lentas,
empezaron a pensar
en cómo sería
sostenerte
sin romper nada.