Félix María de Samaniego

El lobo y la cigüeña

Fábula

Sin duda alguna que se hubiera ahogado
 
un lobo con un hueso atragantado,
 
si a la sazón no pasa una cigüeña.
 
El paciente la ve, hácela seña;
 
llega, y ejecutiva,
 
con su pico, jeringa primitiva,
 
cual diestro cirujano,
 
hizo la operación y quedó sano.
 
Su salario pedía,
 
pero el ingrato lobo respondía:
 
«¿Tu salario? Pues, ¿qué más recompensa
 
y dejarte vivir para que cuentes
 
que pusiste tu vida entre mis dientes?»
 
Marchó por evitar una desdicha,
 
sin decir tus ni mus, la susodicha.
 
Haz bien, dice el proverbio castellano,
 
y no sepas a quien; pero es muy llano,
 
que no tiene razón ni por asomo:
 
es menester saber a quien y cómo.
 
El ejemplo siguiente
 
nos hará esta verdad más evidente.
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