Un Memorial al Tiempo Perdido
Aquí,
en la herida abierta del silencio,
se desploman las horas como un alud
que nunca termina de llegar.
¿A quién le dejo esta pausa detenida?
Las paredes, exhaustas de sostener recuerdos,
se vuelven mausoleos de cosas que no fuimos.
Aquí están los nombres,
cada uno una cicatriz,
cada uno un eco desgastado
por la saliva amarga del olvido.
Escribo este memorial a lo perdido,
a la risa que nunca tuvo cuerpo,
al grito que se quedó atrapado
en la garganta de un ayer que ya no existe.
¿Cuánto pesa lo que no se dijo?
¿Es menos doloroso lo que nunca ocurrió
que lo que ocurrió y murió de su propia verdad?
Camino entre fantasmas que llevan mi rostro,
mi risa, mis manos,
pero no mi vida.
Sus ojos no son espejos,
son abismos donde el reflejo desaparece.
Dejo estas palabras,
no para recordarme,
sino para aprender a olvidar.
Porque en este silencio
solo sobreviven los ausentes,
y yo aún estoy aquí.
