Este soneto captura la idea de que nuestras lágrimas, lejos de ser algo que debemos ocultar, son tan valiosas como nuestra sonrisa, pues reflejan nuestra humanidad y nuestra capacidad de enfrentar los desafíos de la vida. El poeta invita a guardar las lágrimas con cuidado, como si fueran un tesoro, sin dejar que se desperdicien, pues cada una de ellas encierra una historia única. Al final, se sugiere que no debemos temer dejarlas fluir cuando sea necesario, pues son parte de nuestra esencia