En la calle rota, bajo luces cansadas,
hay un murmullo de relojes vencidos,
gente que camina con la prisa ajena,
con los sueños rotos en bolsillos vacíos.
El gris se pega a las paredes sucias,
a los rostros duros que ya no preguntan,
todo sigue andando, como quien resiste,
como quien se olvida, como quien se oculta.
Los bares escupen su humo y su sombra,
el neón titila verdades gastadas,
y entre tanto ruido se cuelan historias
que nadie pronuncia, que nadie reclama.
Pero a veces, algo, en mitad del asfalto,
quiebra la rutina de un día cualquiera,
quizás una risa, quizás una lágrima,
un perro sin dueño que mira y espera.
Y ahí va la vida, con sus dientes sucios,
masticando a diario lo que queda intacto,
la ciudad respira con su pulso enfermo,
mientras todo pasa y seguimos andando.