Aun cuando el aula queda en silencio,
y la tiza descansa en su reposo,
tu voz, maestro, resuena como trueno
en el alma de quien fue tu alumno ansioso.
Tus palabras, semillas en terreno fértil,
germinan hoy en mentes ya maduras.
Tu ejemplo, faro en noches de tormenta,
guía aún nuestras naves más seguras.
No es en libros donde yace tu legado,
ni en pizarras con trazos ya borrados,
sino en cada vida que has tocado,
en cada espíritu que has elevado.
Maestro de vida, forjador de sueños,
tu obra trasciende el tiempo y el espacio.
En cada logro de tus pupilos lejanos,
tu esencia vive, tu influjo no es rehacio.
Que este canto sea homenaje a tu memoria,
a la luz que encendiste en cada pecho.
Tu legado es nuestra mejor historia,
la que con orgullo siempre llevaremos.