Susurro del Espíritu Santo
En la quietud de mi alma vacía,
cuando el silencio se vuelve oración,
brotó un murmullo que nadie veía,
era el Espíritu en suave canción.
Pregunté entre lágrimas y desvelo,
“¿Me oyes en medio de esta tempestad?”
Y como brisa que acaricia el cielo,
me dijo: “Estoy, y en ti hay claridad”.
“Cada suspiro que tu pecho emite,
cada lamento que tu ser derrama,
es un incendio que al Padre remite,
y en su fuego tu fe se inflama”.
“Camina, que yo guiaré tus pasos,
en cada herida pondré sanación.
Mis alas cubrirán tus fracasos,
y mis dones serán tu canción”.
Me abrazó en un viento de esperanza,
susurró promesas en mi corazón,
y entendí que en su amor se alcanza
respuesta antes que explicación.
No fue un trueno ni voz resonante,
sino el eco dulce de su paz fiel,
un suspiro divino, constante,
que habla en lo hondo de mi ser.
Así, mi plegaria halló su aliento,
y en cada instante pude entender:
el Espíritu responde en el tiempo,
cuando confiamos sin temer.
