Mi cuerpo es un templo sagrado
Mi cuerpo es un templo de luz y de calma,
donde habita el misterio del amor divino,
una morada tallada en mi alma,
santuario vivo de un sueño genuino.
Cada latido es un canto bendito,
cada respiro, una ofrenda sutil,
mis manos son antorchas al infinito,
mis pasos, caminos hacia lo gentil.
En mis entrañas arde la llama,
una presencia eterna y sagrada,
el Espíritu mora, reposa y me llama,
y en su voz, la vida es renovada.
Mis ojos reflejan el cielo abierto,
en mi piel hay vestigios del Creador,
en mi corazón se esconde el huerto
donde germina el fruto del amor.
Este cuerpo es altar que no se mancilla,
es casa del alma, misterio escondido,
un templo erguido en gracia sencilla,
que en cada acto honra lo vivido.
Yo cuido esta carne que Él me ha entregado,
la nutro con fe, con verdad y perdón,
porque mi cuerpo es templo sagrado,
y Dios es su esencia y su razón.
Así, cada fibra de mi ser proclama
que en mí habita algo eterno y puro.
Soy tierra, viento, amor que inflama
un templo vivo de un reino seguro.
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