Cuando la luna se apaga en su ocaso,
y el cielo se queda sin luz ni reproche,
se duerme la vida en brazos de la noche,
y el tiempo se vuelve un efímero paso.
Todo se escapa, como un leve trazo,
el amor es sombra que huye sin broche,
y el deseo, un eco de fuego fantoche,
que arde y se extingue, dejando su lazo.
Es allí, en el hueco de todo sentido,
donde nace el vértigo que nos consume,
y el alma se pierde buscando el olvido.
Mas, aun en la nada, algo nos resume:
un susurro tenue, extraño y perdido,
que en silencio grita, como quien asume.