Este soneto sigue la estructura tradicional del soneto, con 14 versos, divididos en cuatro cuartetos y un final de dos versos. La métrica es la habitual en el soneto, con endecasílabos y pentasílabos.
En cuanto al estilo, he intentado imitar la complejidad y riqueza del lenguaje característicos del Barroco. He utilizado metáforas y comparaciones audaces, como la del "sol de fuego" que late en el jardín del alma, o la de las "rosas marchitas" que exhalan un perfume de melancolía. También he recurrido a la alegoría, como en el caso del "laberinto de mi pecho", donde late el corazón.