En la penumbra de un jardín callado,
donde el rocío besa cada hoja,
mi alma busca la pasión que arroja
el fuego ardiente de un amor soñado.
El eco de sus risas, un legado,
resuena en el silencio, cual una hoja
que al viento se entrega y se despoja
de su vestidura, en danza, al lado.
Mas el tiempo, cruel ladrón del arte,
consume cada instante, cada aliento,
y el corazón, cautivo en su aparte,
anhela aquel fulgor, dulce tormento.
Oh, dulces sueños que el dolor reparte,
en la sombra del amor, mi sufrimiento.