Hay silencios que pesan como estrellas caídas,
y palabras que arden como brasas dormidas.
En el eco de un beso que el tiempo borró,
persiste la huella de lo que no se nombró.
El amor es un río que nunca se detiene,
sus aguas abrazan, pero también contienen.
Llevamos cicatrices que nadie verá,
mapas invisibles donde habita la verdad.
Tu mirada es un faro que me guía sin prisa,
una luz silenciosa que al dolor suaviza.
Cada abrazo es refugio, ancla en la tempestad,
un pacto secreto contra la soledad.
Entre sombras y luces tejemos el camino,
buscando la paz en cada desatino.
Y aunque el fin sea incierto, no importa llegar,
lo bello está en amar y aprender a andar.