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ElidethAbreu

Sainete en Décimas Espinelas: El Gatopardo

 
 
Escena: un salón viejo,
muebles de otro tiempo están,
cuadros torcidos que van
contando el polvo y su dejo.
 
(Don Leonardo, leyendo un periódico. Entra Doña Paquita.)
 
Doña Paquita:
¡Leonardo, qué situación!
Anselmo llega esta noche
y con él su nuevo broche:
ideas de revolución.
¡Qué espanto, qué confusión!
Nuestra casa está arruinada,
parece finca olvidada.
¡Clotilde, ven a ayudar!
Debemos todo brillar
para mostrar la fachada.
 
(Entra Clotilde con un plumero.)
 
Clotilde:
¿Qué desea la señora?
La casa es un monumento,
pero el brillo no es un cuento
que se logre a cualquier hora.
Con muebles que van a peor,
ni el sol puede dar relumbre,
lo que queda es sólo costumbre
de un pasado que ya es eco.
 
Don Leonardo:
¡Clotilde, tu verbo es seco,
mas al menos no deslumbre!
 
Doña Paquita:
¡No le sigas la corriente,
que tu amo pierde el juicio!
Todo me causa un suplicio,
y tú, Clotilde insolente,
hablas como esa corriente
que trae Anselmo al lugar.
 
(Entra Anselmo con un libro.)
 
Anselmo:
¡Tíos, vengo a renovar
la casa y la tradición!
No más lujo, no opresión,
todo vamos a cambiar.
 
Doña Paquita:
¿Cambiar qué? ¡No queda nada!
Ni el huerto, ni las riquezas.
Sólo hay sombras y tristezas.
Deja ya tanta balada.
 
Anselmo:
Tía, cambiar lo olvidado
es ganar en lo perdido.
Un sistema que ha caído
debe ser resucitado.
 
Clotilde:
Pues empiece en el fregado,
que la cocina está en ruinas.
Revoluciones divinas
no lavan ni un simple plato.
 
Doña Paquita:
¡Clotilde, qué desacato!
¡Tus palabras son espinas!
 
(Entra Don Feliciano.)
 
Don Feliciano:
Familia, traigo un rescate,
la solución deseada:
un préstamo con entrada
que alivia cualquier embate.
 
Don Leonardo:
(Con sarcasmo)
¡Vaya un mercader de orate!
¿A qué precio tu favor?
Si vendes algún fulgor,
te digo que no hay un peso.
 
Doña Paquita:
¡Leonardo, toma el progreso,
que este hombre es un señor!
 
Anselmo:
Tío, no es solución
venderse al comerciante,
ni al pasado agonizante
darle más continuación.
Se requiere una acción,
de verdad, revolucionaria.
No hay salida reaccionaria,
sólo un mundo por cambiar.
 
Don Leonardo:
(Suspirando)
¡Basta ya de proclamar!
¡Qué escena tan necesaria!
 
(Se levanta y va al centro de la sala.)
 
Don Leonardo:
Este mundo no despierta,
sólo da vueltas en vano.
Clotilde es lo cotidiano,
Paquita, un alma desierta.
Anselmo, tu idea es cierta,
pero el bolsillo está escaso.
Feliciano, un falso abrazo,
que a cambio de oro promete.
Aquí todo es un sainete,
y la farsa es nuestro lazo.
 
(Clotilde, mirando al espejo sucio.)
 
Clotilde:
¿Entonces limpio el cristal
o seguimos filosofando?
 
(Ríen todos. Se cierra el telón.)

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