Cada noche, al filo del deseo,
mis versos nacen al verte andar,
descalza, envuelta en brisa y sombra,
con la piel aún tibia de agua y sueño.
El intro suave de una canción
se funde lento con tu aliento,
y en cada nota vibra el roce
de un anhelo aún sin nombre.
Tu cuerpo danza entre la penumbra,
túnica efímera de luz y aire,
y yo, cautivo del instante,
intento rimar el fuego en tu piel.