Cuando en la selva el alba se despliega,
Y el sol derrama su dorada lumbre,
Mi alma, embriagada, al éxtasis se entrega
Ante tan pródiga y divina cumbre.
Las verdes hojas, cual sagrada ofrenda,
Se mecen al compás de suave brisa,
Y aves que en coro su alborozo extienden
Inundan el oído con su risa.
Oh, fértil madre, oh, magna creadora,
Cuán rica es tu faz, cuán bella tu grandeza,
Que al contemplarte mi espíritu se adora
Y se sumerge en tu sublime belleza.
Cual alma que en tu seno se enamora,
Me postro ante tu altar de esplendidez.