Oh nubes que en la altura vais tejedoras de abismo,
bordando con heroísmo la noche oscura y segura.
Vuestro andar es sepultura de un sol vencido y sin sino,
y el cielo, vasto destino, lleva en su pecho amargura.
Rugís con furia y espada cual bestias de otro universo,
desplegando en un gran verso la voz del rayo y del trueno.
En vos se alberga lo pleno del caos y su adversario,
pues sois el negro santuario del aire dulce y sereno.
Si en vuestra lágrima queda la muerte hecha redención,
el suelo, en su sedición, florece en llanto divino.
Así el ciclo, su camino, tras vuestra fuga encamina,
y en vuestro fin se adivina la eternidad del destino.