Buscar la luz en medio del camino,
no abrir la herida, frágil y callada,
que guarda el tiempo su rumor divino.
No mirar por los rotos, la mirada
se pierde en laberintos de amargura,
y el alma queda sola y desgarrada.
Donde el rencor oculta su negrura,
allí no hay voz ni sombra redentora,
tan solo un eco frío de locura.
Es libre el corazón que fiel implora,
dejando atrás la sombra y su condena,
buscando luz, radiante y acogedora.