En su tumba yace un bardo,
Que versos solía cantar,
La Muerte, con paso tardo,
Lo vino a visitar.
Con pluma y papel en mano,
Quiso una rima escribir,
Mas la Huesuda, de plano,
No lo dejó concluir.
“¡Ay, Muerte!”, exclamó el poeta,
“Dame un verso más, te imploro”.
Ella respondió discreta:
“Tu tiempo ya es un tesoro”.
Ahora sus rimas eternas
En el más allá entona,
Y las calaveras tiernas
Le tejen una corona.
Aquí descansa el trovador,
Que a la Muerte desafió,
Mas ella, con cruel humor,
El punto final le dio.