Por un camino oculto y callado,
donde el ansia es luz encendida,
salí dejando atrás la vida,
mi pecho herido, mi amor sellado.
En la noche, sin nadie cercano,
mis pasos se volvieron canto,
y el silencio calmó mi llanto
con caricias del aire temprano.
Oh, noche que guías sin nombre,
amada, serena, infinita,
me llevas más allá del hombre,
donde el alma se torna bendita.
Allí la sombra pierde su juego,
y el fuego arde sin desconsuelo,
un fuego eterno, dulce consuelo,
que une al alma con su sosiego.
En este abrazo puro y divino,
la llama no quema, ilumina,
y el corazón se desatina
al beber del amor su destino.