Oh patria, luz dorada que el alba reverbera,
mi espíritu en tu seno se funde con fervor.
Tu canto en la llanura de espigas se acelera,
y en mármoles antiguos retumba tu clamor.
Eres la voz del viento que arrulla mis heridas,
el místico estandarte que ondea en mi interior.
Eres la nieve blanca que cubre las caídas,
el río que en su cauce murmura con ardor.
Oh patria, en tus colinas de verde centelleo,
renace en cada roca la sombra de un laurel.
Y al sol que se despide detrás del ancho océano,
le entregas tu belleza con hálitos de ayer.
¿Qué haré si cuando parto me siguen tus campanas?
¿Qué haré si cada estrella recuerda tu fulgor?
Si aún lejos de tus cumbres, de tus vastas sabanas,
te llevo en cada fibra del alma con amor.
Oh patria, madre augusta de espíritus y fuego,
tu honor es el estigma que quema el corazón.
Tu pulso está en mi sangre, tu cielo es mi sosiego,
y en él se alza mi alma buscando su canción.