He soñado tu sombra en la penumbra
como un río que se escurre entre mis huesos,
un temblor de ausencia que me habita
cuando la noche se deshace en mis pupilas.
Tu cuerpo era una lluvia de espejismos,
se deslizaba suave,
un destierro de luces y de huidas,
una orilla que jamás tocan mis manos.
Te soñé como quien sueña el viento,
sin sostenerlo,
sin rozarlo,
apenas un eco que insiste en mis costillas.
Y aún así,
despierto con la piel anegada de tu rastro,
con la boca llena de distancias,
con la memoria encallada
en la espuma de tu ausencia.