Bajo el pálido astro que el cielo ilumina,
Bañando de plata la noche divina,
Elevo mi canto de trémula emoción,
Cual eco doliente de mi corazón.
En las ramas calladas del árbol añejo,
Se escucha el lamento del ave de ensueño,
Que a par de mi lira de amor gemebunda,
Solloza en las sombras su endecha profunda.
La villa dormida en silencio reposa,
Sólo oigo los ecos que vagan sin cosa,
Como suspiros de amante que gime
Buscando la paz que la noche no oprime.
Mi voz, entre sombras errante y doliente,
Alza a los vientos su ruego ferviente,
Tal vez con la dicha de ser escuchada
La nota sentida que llora olvidada.
Mas ¡ay! que en el mundo, igual que aquí,
Sólo halla el que ama rechazo y desdén.
Por eso mi canto, sombrío y sentido,
Expira en las sombras sin hallar su bien.