Habitas en mí,
silencioso, constante,
como un secreto que arde
bajo la piel.
Que lo sepas,
que lo sientas:
aunque el tiempo pase,
aunque los días se deshagan
como arena entre mis manos,
sigues siendo la espina dulce
que no quiero arrancar.
Y siempre,
siempre estarás ahí,
arraigado en lo más hondo,
inmortal en mi memoria.
No permitas
que la duda te alcance,
porque mi alma
te guarda para siempre.