En las tardes doradas de infancia perdida,
donde el viento susurra secretos dormidos,
tejimos los sueños con hilos de vida,
hilando entre risas los días sencillos.
Los campos abiertos de hierba y rocío,
los mares que nunca dejamos de ver,
las nubes que llevan su lento destino,
los cuentos que nadie nos quiso creer.
Guardamos retazos de un mundo pequeño,
de juegos sin prisa, de cielos sin fin,
las casas de sombra, la luz en el suelo,
los nombres que siempre quisimos decir.
Y ahora en la brisa regresa el latido,
la sombra olvidada de aquel primer sol,
los sueños que un día tejimos dormidos,
los reinos que el alma nombraba sin voz.