Extraña es la penumbra de la mente,
cuando el verso no encuentra su camino,
y el poeta, perdido en su destino,
se vuelve un navegante indiferente.
Los cielos del Parnaso, transparente,
no albergan ya su brillo cristalino;
la musa, despojada del divino,
calló su voz de fuego y de torrente.
¿Es vida, pues, la vida que no canta?
¿Es sombra el alma muda en su quebranto,
que deja en el papel su huella ausente?
Mas siento que, al final, la luz levanta,
y un eco se reaviva entre el encanto:
los versos son la vida eternamente.