En un hogar sin caricias,
donde el amor se ha marchitado,
dos almas solitarias y tristes
vagan por caminos separados.
Una vez juraron amarse,
pero el tiempo y la distancia
apagaron la llama ardiente
que encendió sus corazones.
Ahora solo queda el silencio,
y la sombra de lo que un día
fue un amor apasionado y intenso,
que iluminaba sus miradas.
Los recuerdos se desvanecen,
como las hojas en otoño,
y en su lugar queda el vacío,
la soledad y el desencanto.
Pero aún en la oscuridad,
una luz tenue se enciende,
como un destello de esperanza,
que ilumina sus corazones.
Quizás el amor no ha muerto,
sino que duerme en letargo,
esperando el momento justo
para despertar y renacer.
Mientras tanto, el matrimonio
sigue su curso sin rumbo,
como un barco a la deriva,
que busca un puerto seguro.
Pero la tormenta amainará,
y el sol volverá a brillar,
iluminando sus caminos,
y guiándolos hacia el amor.
Y aunque el tiempo pase inexorable,
y las heridas duelan aún,
el amor siempre encontrará
el camino hacia sus corazones.
Porque el amor es como el viento,
no se ve, pero se siente,
y aunque a veces duerma,
siempre despertará de nuevo.