La nieve cubre el suelo con su manto dormido,
y el cielo es un abismo sin voz ni colorido.
En calles desoladas, se pierde el caminar
de niños olvidados que no saben soñar.
Sus manos, como ramas, mendigan en el frío,
sus ojos, dos espejos de un mundo tan vacío.
El viento es su refugio, la noche su prisión,
y el hambre, una caricia que arrastra el corazón.
Los árboles se llenan de luces y de oro,
mas para ellos la vida no guarda tal tesoro.
En su pecho resuena la sombra del ayer,
un eco de ternura que no pueden tener.
Cantan, aunque sus voces se quiebren en la bruma,
y ríen, aunque el mundo no mire su fortuna.
La Navidad es dulce, dicen en los altares,
pero amargos son los días para quienes no tienen hogares.
Si un ángel descendiera con su fulgor divino,
quizás en su miseria hallarían su destino.
Mas no hay milagros hoy, solo un frío que abraza,
y un llanto que se esconde detrás de cada casa.