Por caminos desiertos se pierde mi aliento,
la noche es un espejo de amarga soledad.
No hay eco en el silencio, no hay suave contento,
solo sombras errantes de una fría verdad.
Los luceros del cielo son pálidos fuegos,
y el viento no murmura canciones de paz.
La nieve, que antes daba consuelo a mis ruegos,
es un manto sin alma, helado y fugaz.
Mis pasos se desgastan en rutas dormidas,
donde el tiempo no vuelve, donde no hay lugar.
Navidad es un sueño de horas escondidas,
un susurro apagado que no sé encontrar.
Oh, si una voz cálida cruzara la noche,
si un rostro encendiera mi oscuro pesar,
el invierno sería un tímido derroche
de una llama que alumbra el deseo de amar.