Renace el día en áurea llamarada,
se viste el viento de celeste encanto,
y en cada hoja brilla, humilde y tanto,
la clara luz de aurora despejada.
Se quiebra el llanto en dulce madrugada,
se torna el pecho en júbilo y en canto,
pues todo ayer, con sombras y con llanto,
se pierde en la verdad ya revelada.
Oh, nuevo sol, tu fuego es mi victoria,
tu rayo enciende mi marchita senda
y ahoga en luz mi antigua pena oscura.
Hoy bebo de tu albor la blanca gloria,
y dejo que mi espíritu se ofrenda
al gozo de tu llama limpia y pura.