Teje el arte sutil,
hilos de amor y paz,
el destino de mil,
bajo un manto tenaz.
Pregunta el derviche, al fin:
“¿Es azar o verdad?”
“¿Por qué mi hilo es ruin
y el tuyo en luz se va?”
El tejedor en calma,
silencio al preguntar,
sabe que en cada trama
todo se ha de hallar.
No hay azar ni error,
solo el destino fiel,
bajo un cielo sin flor,
que teje nuestro laurel.