Leyendo estas misivas desvaídas y añejas,
Que yacían olvidadas en un rincón oscuro,
Evoco el recordar de aquellas horas viejas
Cuando aún brillaba el sol del porvenir futuro.
Acaricio con manos trémulas estos pliegos,
Que guardan entre líneas la huella de otro tiempo;
Son testigos del ayer, de sueños y de ruegos,
De anhelos y temores que ya se fueron lejos.
En cada frase escrita, cada palabra vertida,
Renace el eco de una voz que ya no está presente;
Y mi mente se sumerge en la sombra ennegrecida
Del pasado, que retorna con vehemencia creciente.
Estas cartas amarillas, de tinta ya borrada,
Me hablan de un mundo muerto, de una vida ya pasada.
Oh, cuánta luz y sombra en estas hojas reposan,
Cuánta alegría y pena, cuánta ilusión y hastío;
Son el reflejo mudo de amores que se posan
Y se marchitan luego, como un sueño sombrío.
Leyendo estos pliegos, mi alma se estremece
Al entrever los lazos que atan lo que fue al hoy;
Y una melancolía profunda me envuelve y mece,
Pues sé que nada vuelve, que todo pasa y voy.