Solo le ladro a la Luna,
en noches de soledad,
cuando mi alma se suma
en profunda oscuridad.
Su luz plateada y fría
no calma mi corazón,
que añora la compañía
de un amor sin condición.
Aúllo con desconsuelo,
esperando una respuesta,
mas sólo encuentro el silencio
y mi sombra en la floresta.
Soy un lobo solitario,
vagando sin rumbo fijo,
con el alma hecha un calvario,
y el destino por cobijo.
La Luna, testigo mudo
de mi pena y mi dolor,
observa mi llanto crudo,
mi incesante clamor.
Quizás algún día encuentre
a quien calme mi lamento,
y mi corazón se centre
en un amor, mi sustento.
Pero hasta que llegue el día,
seguiré con mi cantar,
ladrando a la Luna fría,
esperando al sol llegar.