La piedra que no fue lanzada
Una piedra descansa
en el borde del camino.
No sabe de pasos,
no conoce el peso del destino.
Fue arrancada de su origen,
pero nunca llegó a ser proyectil.
Los dedos que la rozaron
optaron por otra cosa:
una caricia,
un ademán de tregua.
Piensa en todo lo que no ocurrió:
el vidrio intacto,
el charco quieto,
la ventana que siguió siendo refugio.
Los objetos tienen su paz,
a veces más que los hombres.
Ellos no discuten el azar,
no inventan excusas
para los días rotos.
La piedra sigue ahí,
esperando sin ansias.
Si algún pie la desplaza,
no será por ira
sino por simple casualidad.
Y en ese olvido,
quizá encuentre
el sentido más puro
de existir.
