En la brisa que me nombra
cuando el alba se sonroja,
en la arena que se arroja
tras las huellas de mi sombra,
en la luz que se deslumbra
y se oculta entre el rumor,
siempre escucho tu calor,
como un eco que no calla,
como un roce que se explaya
en el aire con fulgor.
En la niebla que se inclina
a besar la flor dormida,
en la voz que va perdida
por la noche cristalina,
en el vuelo que adivina
la caricia de un ayer,
siempre siento renacer
ese instante que perdura,
como un ala que murmura
su latido en mi querer.