Hoy fui a la ferretería solo para mirarte,
pero no estabas.
El hombre de los clavos me ofreció
una sonrisa de aluminio.
Dijo:
“No hay más tornillos largos, solo estos chiquitos.”
Y pensé:
como los amores de ahora.
Nada se sostiene más de dos semanas.
Volví con una cinta métrica
como si pudiera medir la distancia
entre tu silencio y mi ansiedad.
La ciudad no ayuda.
Todos los colectivos tardan
cuando uno tiene el corazón apurado.
Quise mandarte un mensaje
pero terminé escribiendo un poema.
Porque me sale más barato
y duele un poco menos.