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Elideth Abreu

Juan Meneguin, el nictálope que nació poeta2

 
 
En la sombra eterna de la noche fría,
donde la luna teje su lenta agonía,
nació Juan Meneguin con ojos de fuego,
mirada de fiera, de sabio, de juego.
 
Las estrellas danzaban en su pensamiento,
sus versos fluían como el mismo viento,
sus manos de tinta, su piel de papel,
en cada latido forjaba un pincel.
 
Veía en la bruma lo que el día calla,
los secretos hondos que el alba avasalla,
y en su pupila ardía la antigua verdad,
un mundo sin máscaras, pura claridad.
 
Cantor de lo oscuro, vigía de sombras,
las almas errantes hallaban sus obras,
y en cada palabra sembraba fulgor,
como un astro errante buscando el amor.
 
No temía el ocaso, ni el llanto escondido,
pues bajo la luna hallaba su nido,
y en cada poema, en cada quimera,
vivía su alma de luz prisionera.
 
Oh, Juan Meneguin, nocturna silueta,
el nictálope eterno que nació poeta,
con ojos que rasgan la densa neblina,
sigues velando... la vida divina.

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