PROTEGEME de las llamas
del que siembra humo en la tierra
y hace espejos de ceniza.
No permitas que su sombra
toque el río que me habita
ni el relámpago apague mi norte.
Déjame ser la hierba
que recuerda la lluvia
y no el oro que se oxida.
PERO:
NO ME SALVES de la marea,
déjame hundirme en su canto gris,
que el agua borre mi sombra
y me devuelva al olvido.
No busques mi nombre en la piedra,
las letras se cansan de ser.
Hay ecos que nunca regresan,
hay luces que mueren de pie.
Déjame ser el otoño
que susurra su último aliento
sin pedirle nada al