Si yo te amara,
no sería en la tibia luz de la costumbre,
ni en la ternura dócil de las palabras repetidas.
Te amaría en la aridez de un día sin sombra,
en la sed de una boca que el alba no besa.
Te amaría con la torpeza de un niño perdido,
con la fiebre de un pájaro herido en su vuelo,
con el hambre antigua de los que esperan
y la certeza absurda de los que nunca llegan.
Si yo te amara,
no sería en la paz de los cuerpos rendidos,
ni en la armonía fácil de los relojes dormidos.
Te amaría en la grieta, en el filo, en la fuga,
en el puño que sangra y no suelta su fe.
Y cuando el amor se canse de ser nombre,
cuando la voz se quiebre bajo su propio peso,
seguiría amándote, como un eco imposible,
como la última luz de un sol que se ahoga.