Se quiebran los ecos del alba,
silencios que imploran palabras.
El viento desata sus cuerdas,
y el alma, sedienta, las canta.
La lluvia acaricia las ruinas,
despierta el latido dormido,
y un verso en la sombra germina
como agua en desierto perdido.
Las bocas se abren al verbo,
los ojos se alzan al cielo,
la tierra respira su tiempo
y un sueño se torna en anhelo.
Que hable la voz del poeta,
que fluya en la sangre y el día,
que nunca se cierre la puerta:
hay sed de escuchar la poesía.