En la esfera detenida de los días,
donde el tiempo se enreda en su reflejo,
flotan pétalos de memorias dormidas,
como barcos sin rumbo en un espejo.
Las agujas, cansadas de su danza,
dibujan círculos en el aire mudo,
mientras la brisa, con su tibia esperanza,
susurra secretos que el olvido escuda.
Hay un pulso escondido en cada sombra,
un destello que tiembla entre los labios,
como un eco que nunca se desmorona,
como un roce fugaz, tenue y sabio.
Y así guardo en las grietas de este instante
las promesas que el tiempo no deshoja,
un jardín que florece en lo distante,
donde el alma del viento se sonroja.