En tramas invisibles, el verbo se define,
sujeto a las esferas del tiempo y del saber.
Es clave que articula las leyes que destine
la mente en su designio de vida y de entender.
En redes de sonidos, ordena lo disperso,
y al signo lo engalana de un pulso universal.
Su trama silenciosa teje un dorado verso,
cifrando lo indecible en código ancestral.
Es prisma que refleja las luces de lo humano,
jerarquía de formas que urden la razón.
Del caos primigenio construye lo cercano,
y funda con palabras el reino de su acción.
El verbo, en su latencia, respira en lo inaudito,
moldea con su sombra la carne del pensar.
Es un jardín oculto de símbolos escrito,
donde el lenguaje es llave, matriz y eterno altar.