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ElidethAbreu

El mito de Eco y Narciso

Eco era una ninfa de voz encantadora, conocida por su don para hablar sin cesar. Sin embargo, cometió la imprudencia de entretener a Hera, la esposa de Zeus, con largas conversaciones para ayudar al dios a ocultar sus infidelidades. Cuando Hera descubrió la astucia de Eco, la castigó cruelmente: le arrebató su voz y la condenó a repetir solo las últimas palabras que escuchara, incapaz de hablar por iniciativa propia.

Desde entonces, Eco vagaba sola por los bosques, incapaz de comunicarse más allá del eco de otras voces. Un día, mientras recorría un claro, vio a Narciso, un joven de belleza incomparable, hijo del dios-río Cefiso y la ninfa Liríope. Narciso era tan atractivo que quienes lo veían quedaban fascinados por su hermosura, pero él rechazaba a todos con desdén, orgulloso de sí mismo.

Eco, al verlo, sintió que su corazón se llenaba de amor. Sin poder hablarle directamente, decidió seguirlo en silencio, esperando una oportunidad para mostrarle sus sentimientos. Finalmente, Narciso, al darse cuenta de que alguien lo seguía, preguntó en voz alta:

—¿Hay alguien aquí?

Y Eco, utilizando su limitada voz, repitió:
—Aquí...

Narciso, intrigado, volvió a preguntar:
—¿Por qué te escondes?

Eco repitió:
—¿Te escondes?

Sintiéndose burlado, Narciso siguió hablando:
—Ven, acércate a mí.

A lo que Eco respondió con entusiasmo:
—A mí.

Lleno de curiosidad, Narciso esperó, pero al encontrarse con la ninfa, la rechazó fríamente al igual que hacía con todos los que se enamoraban de él. Desolada y humillada, Eco huyó al bosque. Allí, consumida por su dolor, su cuerpo se fue desvaneciendo lentamente hasta que quedó reducida a una simple voz, condenada a repetir eternamente las palabras de otros.

Los dioses, al ver la crueldad de Narciso, decidieron castigarlo. Un día, al pasar junto a un estanque, Narciso se inclinó sobre el agua para beber. Al hacerlo, vio su propio reflejo y quedó completamente fascinado por la belleza que descubrió, sin darse cuenta de que se trataba de su imagen. Enamorado de sí mismo, pasó horas contemplándose, incapaz de apartarse de su reflejo.

Consumido por un amor imposible, Narciso languideció junto al agua, sin poder tocar ni alcanzar lo que deseaba. Finalmente, murió atrapado por su propia vanidad. En el lugar donde cayó, los dioses hicieron brotar una flor que, en memoria de su historia, fue llamada narciso.

Así, el mito de Eco y Narciso nos habla del amor no correspondido, la vanidad y las consecuencias de la incapacidad de amar más allá de uno mismo.

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