El hacha de un proscrito
En el bosque sombrío, silente y profundo,
Mi hacha golpea el tronco con furia sin par.
Soy el errante paria, el reo sin rumbo,
Condenado a vagar, sin hogar ni altar.
Con cada tajo recio, mi alma se desangra,
Pues este bosque oscuro es mi único bien.
Aquí, lejos del mundo, mi corazón se inflama
Al labrar mi sustento, mi único sostén.
Mi hacha es mi consuelo, mi único amigo,
Testigo de mi pena, heraldo de mi hado.
Golpea sin descanso, quebranta todo abrigo,
Pues soy el desterrado, el proscrito, el odiado.
Mas cuando caen los árboles a mi filo certero,
Y la selva se abre a mi mirada hostil,
Siento la libertad cual ave prisionera
Que escapa a los confines de un mundo vil.
Soy el hacha que labra mi frágil morada,
Soy el hierro que rasga la tosca corteza.
Mas en cada lamento que en la madera suena
Resuena el grito mudo de mi propia tristeza.
