Golpearon fuerte a puertas de la villa,
un hombre humilde, junto a su esposa pura,
pedía al frío techo y cobertura,
pues la noche caía como astilla.
El alcalde miró con voz sencilla:
—No hay sitio en esta casa ni en la altura,
marchad al campo, hallad vuestra ventura,
que aquí la pena no tiene semilla.
José calló su pena y su quebranto,
y en un portal de paja y de ternura
vio nacer a Jesús bajo el encanto.
Ni el alcalde entendió su desventura,
pues rechazó la luz que, con su llanto,
trajo al mundo la vida más segura.