El silencio se quiebra, cual cristal en mi pecho,
y la ausencia se cierne como un lóbrego lecho.
Es un canto sombrío que retumba en la calma,
una herida sin tregua, desgarrando mi alma.
Las horas son espejos de recuerdos marchitos,
y en la sombra se esconden tus pasos ya extintos.
Ecos mudos me asedian con su fúnebre canto,
te persigo en la nada, te sostengo en mi llanto.
Cada rincón evoca tu risa perdida,
el perfume sutil de tu piel tan querida.
Mas la vida me duele sin tu rastro presente,
como un árbol que muere al faltarle la fuente.
Es un grito en silencio, un anhelo olvidado,
una estrella apagada, un amor desterrado.
Y aunque el tiempo transcurra sin piedad, sin consuelo,
siempre sangra la herida de este eterno desvelo.