Oda a la oropéndula de casquete
Oh reina coronada de sombras y de brillos,
oropéndula augusta, de casquete dorado,
tu vuelo es un relámpago que cruza los castillos
de la selva infinita, por el trueno habitado.
Tu canto es un susurro de viejas profecías,
la selva lo recoge como un eco divino.
Son tus notas relieves de ocultas melodías,
que el viento interpreta como un fiel peregrino.
En tu cresta, el fulgor de un sol que nunca muere,
cósmico centelleo que a la fronda embelesa.
Eres chispa que danza, un fuego que se quiere
grabar en la penumbra con celeste promesa.
Oh ave soberana de las copas frondosas,
tus alas desafían las alturas eternas.
Con tu silueta riegas visiones luminosas,
y el bosque te acompaña en sus rutas internas.
Bajo el cielo infinito, custodia de verdades,
te alzas con la corona que el día te confiere.
Oh espíritu alado, vence las tempestades:
la selva es tu dominio, y en ella tu luz hiere.
