En un bosque lleno de magia y calma,
vive un oso bueno de dulce alma.
Su pelaje suave, como algodón,
es un refugio para el corazón.
Cuando los niños se sienten perdidos,
buscan al oso, siempre tan querido.
Con un abrazo que envuelve la noche,
les da consuelo, les calma el reproche.
—Ven, pequeñito—, dice con dulzura,
—no hay en el mundo ninguna amargura
que no se cure con un gran calor,
el de mi abrazo, repleto de amor—.
Los pajaritos cantan desde el nido,
y el bosque entero se siente unido.
Porque este oso, tan bueno y tierno,
guarda la llave del amor eterno.
Oye niño, si un día estás triste,
piensa en el oso que siempre persiste.
Cierra los ojos, imagina su abrigo,
y sentirás que siempre está contigo.