El amor no conoce de fronteras,
ni espera ser llamado por su nombre.
No pide recompensa ni banderas,
se enciende sin la luz de un astro enorme.
No vive de palabras ni de ruegos,
no pesa como el oro en las balanzas.
Reside en los detalles más pequeños,
en gestos que no esperan alabanzas.
No hay norma que lo guíe o lo limite,
ni hilos que sostengan su universo.
El alma lo respira y lo transmite,
sin cálculos, sin trampas, sin esfuerzo.
No es humo, ni espejismo, ni utopía,
es vida que se da día tras día.