El amor no obedece a ley alguna,
no pide recompensa ni razones.
Es luz que brilla igual bajo la luna,
susurro entre calladas emociones.
No vive de promesas ni lamentos,
ni espera ser nombrado para arder.
Se esconde en simples sentimientos,
se siente sin decirlo ni entender.
No pesa, no calcula, no limita,
no sigue más designio que su esencia,
ni exige que el destino lo permita.
Es libre en su pureza y su presencia,
se entrega sin medida y sin prisa,
y en cada corazón deja su herencia.