Del maldecir al bendecir
Maldigo la sombra de aquel campanario,
maldigo la farsa de un falso rosario,
maldigo la mano que aprieta la soga,
maldigo la boca que todo lo ahoga.
Maldigo el sonido del oro y la farsa,
maldigo la estampa del miedo en la casa,
maldigo la esquina donde se arrodillan,
maldigo la venda que ciegan las niñas.
Maldigo la mesa servida de pocos,
maldigo el cuchillo que ensucia los votos,
maldigo al que compra la voz de la gente,
maldigo al cobarde que calla y consiente.
Maldigo el silencio que ahoga la risa,
maldigo el abrazo que es solo ceniza,
maldigo la carta que nunca fue escrita,
maldigo el sollozo que el viento marchita.
Maldigo el camino que lleva a la ruina,
maldigo la historia que nunca termina,
maldigo la venda, la jaula y el muro,
maldigo el relámpago que anuncia lo oscuro.
Pero bendigo al agua que rompe los diques,
bendigo a la furia que incendia los rieles,
bendigo a la mano que suelta las riendas,
bendigo la sangre que enciende las venas.
